jueves, 25 de abril de 2013

Por qué Tarzán es trilingüe, los chinitos hablan Español y tus hijos no aprenden inglés

Edgar Rice Burroughs, el creador de Tarzán, el “hombre mono”, pudo cometer un grave error de conocimiento en cuanto a las facultades del famoso héroe salvaje. Siempre me pregunté cómo fue posible que el personaje ficticio hablara con los de su especie (humana) si la trama cuenta que fue criado desde pequeñito por simios mangani.
Claro que es puro cuento y ficción que data de 1912 y por eso todo es posible, pensaba yo, pues en la vida real el hombre mono solo hubiera podido emitir sonidos o simioalaridos, si es que hubiera sobrevivido en la selva africana.
Sin embargo, Rice Burroughs, quizás para no revolcarse en la tumba por artículos como el que lees, supo ajustar el cuento y dejó claro que Tarzán aprendió a hablar francés e inglés después de volver a tener contacto con humanos, y una humana, siendo ya adulto.
Por suerte a Rice Burroughs no se le ocurrió inscribir a Tarzán en cursos de francés e inglés porque muy probablemente con tanta gramática no solo el hombre mono hubiera fracasado, sino también su obra. Ese hubiera sido su grave error. Mas lo que hizo fue ponerle a Tarzán en su camino el amor para que sus oídos salvajes fuesen acariciados con palabras “dedicadas” que de seguro se le quedaron muy adentro.
Y es que, hablando de amor, cuando se conecta la mente con el corazón siempre se aprende mucho y a la vez todo se puede. En eso el autor sí que fue sabio.
La moraleja viene como “anillo al dedo” con respecto a cómo se viene enseñando desde hace décadas idiomas como el inglés en Panamá.
Si Tarzán hubiera sido panameño nunca habría pasado de la gramática del verbo ‘to be’, es decir, de intentar escribir lo que no hablaba, y por lógica nunca hubiera pasado de ‘not to be’ no ser nadie.
Mientras muchas academias que dan estos cursos antinaturales en Panamá hacen dinero sin que las autoridades las obliguen a que realmente enseñen (ya que en las escuelas y colegios públicos no se avanza, incluso, en muchos planteles privados lo de "bilingüe" es solo publicidad y mercadeo) algunos padres sacrificados optan por enviar a sus hijos/as al exterior por unos meses para vencer esa brecha de conocimiento, a bien de que logren los hijos ser más que ‘alguien’.
 Así aprenden y practican un segundo idioma en un país donde sí se habla inglés.
¿Pero qué pasará con aquellos, incluidos profesionales y universitarios, que no pueden hacer esa inversión?
Yo por mi parte quisiera sembrar en la cabeza de las autoridades de Educación nacional y en la de los dueños de academias de inglés y de universidades, principalmente privadas caras, que hasta los gorilas mangani supieron enseñarle a Tarzán a reconocer sus simioalaridos a tal punto que pudiera hasta decirse que el personaje es trilingüe.
En esencia deben invertir el método de enseñanza: en vez de primero enseñar a escribir hacer que el estudiante hable (con diálogos-conversaciones). Entonces, por conocimiento de lo que se habla se escribe más fácil.
Esto no es ficción, si recordamos los indígenas de Latinoamérica aprendieron Español escuchando hablar a los colonizadores (sin escuelas y siendo convertidos al Cristianismo Católico). En América del Norte, excepto México, fue el Inglés; y en casos como Brasil el Portugués.
Quienes han aprendido un segundo idioma saben la ventaja de hablar primero, aunque sea lo básico.
Así se consigue mejor nivel de conocimiento, tomando en cuenta que en el caso del Español, hay quienes desde niño lo hablan, pero nunca logran dominar ni la mitad de su amplísima gramática escrita.
Nunca sobra subrayar que esto se mantiene debido a las deficiencias de nuestro sistema educativo panameño, en manos de humanos con intereses y gente que hace "negocios" con las necesidades creadas. Así que se ponderan métedos alejados de la sabia naturaleza, para hacer dinero y no tanto dotar de capacidades a las personas sin avaricia y por el bien común y el desarrollo social.

¿Sabia naturaleza? 

No importa el lugar donde se nace y se crece, el resultado es el mismo. Al cumplir casi dos años de vida por lo general todo bebé habla sus primeras palabras como parte de su desarrollo y aprendizaje natural.
Incluso, en Panamá los chinitos de las tiendas nacidos aquí aprenden Chino y Español juntos por oído, e igual el inglés en Estados Unidos los que están allá.
De hecho, los paisanos que llegan al país ya grandes aprenden no solo a contar rápido las monedas, sino también a hablar Español en poquitos meses.
Sabemos que en ambos casos, bebés o adultos, lo único que han tenido para aprender a hablar son sus oídos y los sonidos del exterior que se van quedando grabados en el cerebro hasta poder pronunciar las palabras, y lo grandioso, sin costo monetario alguno.
Y lo más sorprendente de todos los bebés (en cualquier nación) es que a pesar que sus padres no acostumbran decirle “soy mamá, soy papá”, lo primero que pronuncian es “mamá y papá” en su idioma natal. Años más tarde, cuando ya saben hablar, van a la escuela para aprender a escribir lo que ya saben hablar.
En otras palabras, la historia de Tarzán no es puro cuento, el cuento es cuando te pregonan "escuela / colegio bilingüe",  o "aprende inglés en 3, 6, 9 meses", pero pierdes el tiempo y dinero por nada.


Arriba: Vía Principal Calidonia, Panamá. En esta imagen, la entrada a la Peatonal de la Central, centro capitalino panameño.
Fotos: laggon19.



martes, 23 de abril de 2013

Jesús y Judas: La otra cara del misterio

¿Cómo es posible?, se preguntó. Se lo había preguntado toda la noche. De pronto cayó aturdido; su cara barbuda y desencajada por el vino le quedó hundida en la cama como si se hubiera muerto, muy embriagado. Su cuerpo estrujaba los pinceles que en el tiempo serían látigos y, manchando de rojo elixir los lienzos, que también reposaban sobre las sábanas en espera de convertirse en geniales obras para la posteridad, Da Vinci se envolvió en el laberinto de sus sueños tenebrosos.

Por la tarde, había concluido su gran faena en el refectorio del convento dominico de Santa Maria delle Grazie, en Milán: La Última Cena, y en vez de alegrarse y celebrar como solía hacerlo se sumergió en un insistente monólogo que intrigó a los frailes, quienes intentaban cumplir sus rezos y tareas religiosamente.

– ¿Cómo es posible?, se repetía, mirando fijo el mural.

¿Y cómo es posible?, pensaban de él los frailes, al verlo emborracharse en lugar sagrado, sin juicio, los ojos vidriosos, hilando babas y salivando disparates, con manchones de pintura de pies a cabeza.

Entonces decidieron llevarlo a su aposento en el convento. Allí, no solo bebía, sino que desnudo se bañaba con el vino, sobijándose para despojarse el óleo, o los pecados, sin lograrlo; hasta que quedó tendido, y después envuelto cual momia en su lecho. Así amaneció, y así pasó el día siguiente sin sentir los rayos del sol que entraron por las ventanas.

El genio Leonardo había conseguido plasmar sus códigos en la obra para intrigar por siglos a la humanidad. Investigar y ubicar a los descendientes directos de los apóstoles – los que tuvieran hijos – a bien de retratar sus caras fielmente, no fue fácil; conjugar a Juan, el discípulo más joven, con María Magdalena en una sola figura misteriosa que si se inclina a la derecha queda sobre el hombro de Jesús, tampoco lo fue; omitir los halos divinos y el Cáliz – Santo Grial – fue valiente en una época en la que se le podía matar por hereje; y hasta pintarse él como apóstol varias veces, incluso, dando la espalda a Cristo, fue muy osado.

Aunque creyó que lo más difícil sería encontrar el modelo perfecto para personificar la divinidad de Jesús, no lo fue. Pocos días después de que el duque Ludovico Sforza de Milán le encomendó pintar el mural, Da Vinci, que observada apartado durante una misa, se sorprendió al ver en el coro a un joven de unos 20 años. Un rostro perfilado, ojos sinceros, mejillas tiernas, labios correctos y puros, cabellos radiantes divididos en la cumbre de la cabeza hasta los hombros y manos finas unidas en oración.

– ¿Cómo te llamas?, le interrogó sorprendido por la coincidencia con su imaginación.

– Soy Giacomo, le respondió tímido.

Buscando superarse, el muchacho había dejado el hogar de sus padres en la montaña y con fe decidió probar suerte en Milán. Da Vinci, inspirado, puso manos a la obra enseguida, dibujando primero en su cuadernillo un boceto del rostro real que sin esfuerzo tomó lugar en el papel, y después un segundo de cómo sería a los 33 años, el cual se consagró posteriormente en el centro del mural de nueve metros por cinco en la pared del refectorio .

Contrario a lo que pensó, lo más difícil fue hallar a alguien para representar a Judas. Pasaron años y la silueta del traidor era la única que esperaba pintura. ¿Sería posible que no hubiese alguien digno de tanta maldad? Desesperados los frailes y el prior della Grazie por la demora del genio, Da Vinci ganaba tiempo haciendo arreglos a los apóstoles, tantos que parece haberse autorretratado en cada uno de ellos en distintas edades de su vida.

Hasta que un día, caminando a oscuras por las afueras del muro de la ciudad, tropezó con un cuerpo indigente, que en principio le saltó con insultos, pero luego milagrosamente se calmó. Su semblante lóbrego resaltaba cicatrices de una vida violenta; una de ellas diagonal surcando la mitad de la ceja izquierda hasta el párpado inferior. Los ojos turbios entre la mentira y el odio, mejillas secas, labios próximos a escupir maldiciones, cabello corto tosco con mechones trasquilados y mollera lampiña, barba empastada en mucosidades y sobras no tragadas. Las manos ásperas y huesudas. Por fin lo halló.

Sin dudar, el hombre aceptó la propuesta de ser el modelo para el rostro de Judas.

Cuando Da Vinci dio el último toque al dibujo, le dio las gracias sin mirarlo, sin estrecharle las manos, no fuera que alguna maldición se le quedara. Entonces le pidió que tomará de la mesa una bolsa de tela. El hombre rápido lo hizo y soltando el cordón desgranó las monedas en una mano. Sonrió y soltó una carcajada malévola.

– ¡El maestro paga más por Judas que por Cristo!, exclamó en su burla.

Da Vinci, sin comprender, dio de inmediato tres pasos atrás.

– ¿Qué quieres decir?, le cuestionó.

– ¡Que hace años pagó cuatro monedas por Jesús y ahora 10 por Judas!

A Da Vinci se le cayó de las manos un tarro de pintura roja que cerraba. Y abrió ojos hacia el rostro del desdichado.

– ¿Cómo es posible? – se preguntó – ¡Giacomo! ¿A caso eres tú aquel muchacho de mirada misericordiosa?

– ¡Soy yo maestro! ¿No me reconoce? Ya tengo 33.

Por qué no lo reconoció desde el principio, pensó el maestro asustado, como si viera al diablo.

¿Era posible semejante descuido en la mente aguda de un genio? Siguió escudriñando la humanidad del hombre mientras se iba y por más que buscaba un destello de la otrora divinidad no encontró nada, ni siquiera un hilo que uniera en el tiempo ambos rostros. Y tras largas horas de profunda maquinación cerebral entendió que entre el bien y el mal, el hombre está a un paso de ambas cosas, porque en los caminos de la vida no se ve la línea que las separa a una de la otra, si es que fuese posible verla, o si es que realmente existe esa separación.



– Una semana después de la noche tenebrosa –

Por la ausencia de Da Vinci, y habiéndolo visto envuelto en lienzos manchados luego de su noche de embriaguez, un trío de frailes decidió entrar a su aposento para asegurarse de que estaba con bien.

Desconocían que el genio, al despertarse, se desprendió las mortajas aún más espantado.

– ¡El rostro de Judas!, gritó. ¿Qué maldición es esta Señor? ¡Perdóname!

Se vistió, tomó sus cosas rápidamente y se marchó.

Los religiosos encontraron los lienzos que alguien había intentado quemar sin lograrlo. Todo era desorden.

– ¡Jesucristo!, expresó uno – ¡Su rostro milagroso!

– El maestro lo ha tenido en secreto, dijo otro.

– ¡Gracias Señor por elegirnos! Cumpliremos fielmente cuidando esta reliquia, prometió el tercero. Así se arrodillaron en oración, cada día, frente al sudario con la imagen misteriosa que hasta hoy intriga a los científicos, la propia jerarquía eclesiástica y a todo cristiano que busca dar un rostro a su fe.

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viernes, 19 de abril de 2013

"El lado oscuro de internet somos nosotros"

Mis comentarios sobre la entrevista de Lorena Nessi y lectores de BBC Mundo a Manuel Castells. 

 
Sin duda, de las respuestas de este Carlos Marx del milenio, se podrían hacer libros excelentes del presente, pasado y futuro de la última revolución contemporánea que se ha dispersado en el planeta: La revolución digital.
Por mi parte, quiero resaltar que evidentemente la explosión digital ha sido en un abrir y cerrar de ojos. Bien cita el artículo que en 1996 había unos 40 millones de usuarios de internet y actualmente hay 1.500 millones, y que de la conexión por cable rápidamente se pasó a la comunicación móvil: En 1991 había cerca de 16 millones de abonados, o números de teléfono móvil, en este momento hay 4.600 millones en un planeta de 6.700 millones de personas.
En Panamá con 3.5 millones de habitantes se estiman ya 7 millones de celulares activos.
¿Quién podía pensar décadas atrás que casi todas las personas en el mundo iban a tener un teléfono en su bolsillo o una computadora en casa para comunicarse en todo momento? Y no solo eso, recibir información de toda clase y hasta compartirla con sus conocidos o comentarla al instante, algo que para efectos de nosotros los periodistas era quizás un sueño, o el futuro lejano, hoy presente.
Las personas han cambiado quizás en todas partes. Acabo de llegar del interior por el fallecimiento de un tío abuelo muy querido, y  me convenzo de que la conexión al internet para niños, jóvenes y adultos es tan importante como los precios de la comida. Y es en ese potencial de la comunicación digital que el periodismo debe enfocarse para mantener su poder, revaluándose y rearmándose en cada género periodístico para seguir siendo referencia y diferencia ante el boom de la información que se genera. Coincido con Castells, no hay exceso de información, en mi opinión lo que hay es información vacía (mala) e información para el conocimiento (buena), o simplemente entretenimiento.
Las redes sociales sirven para todo, desde la movilización política, al intercambio de ideas y de culturas”. Yo agrego que el periodista que no convive en ella no existe. Esto, en esencia y como comunicadores especialistas, implica no solo usarlas, sino manejar las nuevas tecnologías digitales con la mayor maestría posible. El periodista que no lee, escribe o publica como periodista -más allá que la simple noticia-, es un periodista estéril, que tal vez cae en dar “like” a materiales o contenidos vacíos como lo hace la audiencia común, perdiendo entonces su espíritu profesional – Ese que nos da el privilegio de pararnos frente a un presidente, por ejemplo, y cuestionarle lo que la audiencia no puede directamente –.
Sin embargo, es posible que algún colega diga, “yo no escribo porque no estoy en un medio o no me la publican”; dicha excusa murió: ¿Preguntemos entre compañeros cuántos tienen un blog particular activo (que alimentan frecuentemente), o cuántos leyeron el blog del compañero/a que sí lo actualiza con artículos, audios y videos de entrevistas, sus fotos, su música, pintura etcétera? De hecho, la mayoría de los blog, que son gratuitos, parecen estar siendo más aprovechados por doctores, ingenieros, políticos, escritores, arquitectos... que periodistas. Es más, a muchos colegas les cuesta iniciarse en las versiones digitales de sus medios porque implican seguir haciendo periodismo, pero de forma multimedia.
Lo que pasa es que internet exige un desarrollo mucho mayor del nivel cultural y educativo de los usuarios”, dice Castells. Por tanto, la verdadera brecha en relación al uso de internet es la brecha más antigua de la humanidad: la cultura y la educación. Claro que Castells plantea esta premisa para todos los usuarios, aunque no está demás aplicarla al periodismo porque quienes estén preparados pueden sacar amplia ventaja de esta era digital.
Por eso, ciertamente “el internet no es mejor que la sociedad que lo utiliza, al contrario, internet amplifica y acelera los efectos de la sociedad en que se desarrolla”. Si había pornografía o violencia, por ejemplo, ahora se ve más. Y por eso, “los servicios públicos no se han desarrollado en la misma medida, porque internet aumenta el grado de transparencia y participación y las burocracias administrativas bloquean este desarrollo”, añade. Al final todo depende de cada uno porque “el lado oscuro de internet somos nosotros”.
De allí que, nosotros, los periodistas, dentro y fuera “del lado oscuro de internetdebemos tener muy claro que estamos obligados a seguir siendo luz por el bien de nuestras sociedades.
Para quienes quieran leer esta excelente entrevista comparto el enlaceEl lado oscuro del internet somos nosotros
Visita también mi blog, con artículos y trabajos periodísticos especiales, en el diario La Estrella de Panamá: Laggon19, Periodismo al desnudo